Es admirable la facilidad con que algunas personas pueden plasmar lo que sienten, ese tan codiciado don que no siempre se encuentra dentro nuestro. O quizás no dejamos que se encuentre. Tomo un pincel y lo que aparece en el lienzo que tengo delante no se aproxima siquiera a lo que hubiera querido pintar. O mis esculturas en lugar de asemejar un torso desnudo son sólo una masa de arcilla maltratada. Y me doy por vencida. Admiro el arte, lo disfruto. Y aprendí a verlo, observarlo, dejar que inunde mi alma. Y descubrí que el arte de la pintura, la escultura, la música y la literatura no son habilidades que Dios me concedió tener, pero sí puedo apreciarlo. Sentirlo en lo más profundo, y admirar a esas personas como mi madre que siempre van a asombrarme, enorgullecerme, enseñarme y sobre todo acariciarme el corazón con sus obras.

Virginia Nuñez